FUNDAMENTACIÓN

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En los últimos años el mundo ha sufrido una exagerada y desproporcionada explotación de los recursos naturales sin precedentes en la historia de la Humanidad (en los últimos 30 años ha desaparecido aproximadamente el 10 % de los recursos naturales del planeta). La actual capacidad de la especie humana para explotar estos recursos a escala mundial y producir una transformación de nuestro medio ambiente ha provocado la aparición de grandes problemas ambientales, tanto locales como globales. La humanidad está rompiendo el binomio persona-territorio, ignorando que está asentando las bases de su propia destrucción, desafiando incluso algunas de las principales leyes naturales, entre ellas la del respeto a la Tierra y a sus ciclos naturales. Está rompiendo el equilibrio armónico que le ligaba a los demás seres vivos, a los ecosistemas y a la Tierra. Está olvidando su responsabilidad con el enorme legado que representa la naturaleza. Está quebrando este equilibro sin tener todavía un conocimiento suficiente para comprender la enorme complejidad que presenta la biosfera y las afecciones que en ella está produciendo, muchas de ellas irreversibles. Parece no darse cuenta ni comprender las trascendentes consecuencias que sus comportamientos están causando en el presente y pueden causar en el futuro.

…que la tierra es una comunidad, ése es el concepto básico de la ecología; pero que debemos amar la tierra y respetarla, eso es una ampliación de la ética.

(Aldo Leopold, 1949)

La persona no ha escuchado que la biosfera representa una preciosa sinfonía, de belleza inigualable, tocada de modo armónico y melodioso por una multitud de afinados instrumentos y que cualquier cambio en uno de éstos, en un elemento del medio ambiente, provoca ya la desafinación y pérdida de la belleza concebida en su música. Desgraciadamente son muchos los instrumentos que en la actualidad están desafinando e incluso desapareciendo de la orquesta, corriendo el riesgo de afectar y corromper definitivamente esta maravillosa música transformándola en un desordenado e inútil ruido. En definitiva, la especie humana, de forma pretenciosa, ha querido controlar los procesos ambientales, inconsciente de la dificultad intrínseca que presenta este cometido. Ha pretendido utilizar la naturaleza reduciéndola a mera mercancía, mero recurso del que puede disponer a su antojo, olvidándose de su papel gestor, de su papel custodio y de que es su propia existencia, su propio ser, el que está en juego. La especie humana ha olvidado de que es con la Vida con lo que está jugando, tratando de imponer sus propias reglas a las naturales. Parecen olvidar que cada vez que atenta contra la Vida están atentando contra sí mismo. Y es que ontogénicamente las personas estamos unidas enteramente, indisolublemente, radicalmente, a nuestro medio ambiente. Si la biosfera muere, si sus plantas, si sus animales mueren, nosotros moriremos también.

Las repercusiones de estos graves problemas ambientales sobre la salud y vida de las personas son patentes, a la vez que es cada vez más imperiosa la necesidad de poner remedio a los enormes impactos ambientales que las personas están causando en el planeta. Para abordar de forma adecuada la solución o minimización de estos impactos ambientales, de estos efectos negativos sobre el medio ambiente, tenemos que ser conscientes de que necesitamos de soluciones complejas, integrales y globales, que incluyan una consideración holística del medio ambiente. Sólo así podemos ser conscientes de la multitud de elementos del medio ambiente a los que estamos afectando directa o indirectamente y pensar en cómo podemos evitar o reducir en la medida de lo posible dichos efectos. Esta forma de pensar es la que podemos utilizar en el paradigma propuesto por el desarrollo sostenible, compatibilizando el desarrollo con el respeto a los recursos naturales, a la Tierra, a la Vida.

Pero esta forma de desarrollo, este llamado desarrollo sostenible, plantea un problema conceptual y es que no incluye límites ni define exactamente qué se considera un desarrollo sostenible (no dimensiona exactamente cuáles serán las necesidades de las generaciones futuras, ni propone modelos concretos de gestión ambiental o socioambiental) y qué no lo es. Entre otros requisitos no clarifica la dimensión de las necesidades que tendrán las generaciones futuras. Por eso, al no definir límites, se hace necesario buscar referencias éticas y morales que delimiten, que enmarquen, el desarrollo de nuestras actividades humanas.

Entre las múltiples actividades que la humanidad realiza en la actualidad y que afectan a nuestro entorno se encuentra la jardinería. Esta actividad viene realizándose desde antiguo, pero en los últimos años ha alcanzado una gran significación, debido a la creación de numerosas zonas verdes, parques y jardines en las entidades locales y al aumento de la vivienda unifamiliar con jardín. Esta labor jardinera tiene consecuencias sobre el medio ambiente y no sólo en su fase de creación, sino también en sus posteriores fases de mantenimiento.

Hasta ahora el desarrollo sostenible en el ámbito de la jardinería estaba implementándose a través de la denominada jardinería ecológica, que implica el ejercicio de buenas prácticas medioambientales. Y eso está muy bien. Tener en cuenta el medio ambiente en todas y cada una de las fases de creación del jardín y de su mantenimiento puede hacer que poco a poco avancemos hacia una conciencia responsable y respetuosa con nuestro planeta y a la mejora de nuestros recursos naturales. Estas buenas prácticas están incluso afectando al estilo de diseño del jardín. Cambiar diseños de jardín de estilo inglés, grandes consumidores de agua, por otros diseños de jardín ecológico como el xerojardín, puede hacer que poco a poco nuestro medio ambiente, y por lo tanto nosotros mismos, vayamos mejorando.

Pero no basta con tomar conciencia sólo de los criterios ecológicos. En esa dualidad ontogénica persona-medio ambiente no podemos bascular únicamente hacia el término medio ambiente. No podemos olvidar el término persona. O al menos, no podemos excluirla de la visión ecológica. Por eso se trata de integrar también los aspectos sociales a la labor jardinera. Se trata de incluir lo social, ¡cómo no!, en lo ecológico, dándole el protagonismo que merece.

El modo de vida de la sociedad occidental actual, condicionada por un marcado neoliberalismo y un consumismo desaforado, apoyados además de forma intensa por la publicidad, también causa una serie de problemas sociales, posiblemente más acusados en las ciudades. La aparición de un colectivo de exclusión social o en riesgo de exclusión social en lo que Novo (en referencia a una población pobre conviviendo en la riqueza de una ciudad del primer mundo) (2003) denomina el cuarto mundo, hace todavía más acuciante tener en cuenta esta problemática social-ambiental en todas nuestras actividades. Por eso la jardinería no puede ser ajena a estos problemas y debe tomar conciencia de los grandes beneficios (obviamente no nos referimos a beneficios económicos) que su desarrollo puede proporcionar a las personas.

Entre estos beneficios se encuentran los de ambientalizar las ciudades, creando vida donde no la hay, regenerando espacios degradados, creando espacios de bienestar que puedan cumplir, aunque en ocasiones de forma parcial, las funciones propias de los jardines que las personas necesitan, como la de acercamiento a la vida natural, la de proporcionar descanso, paz, tranquilidad, juego, alegría, contemplación, socialización. Los jardines y zonas verdes pueden de esta manera ayudar, en definitiva, a rehumanizar la sociedad, ayudando a reconstruir el binomio persona-medio ambiente y recuperar la alienación sufrida.

En definitiva los jardines pueden aportar muchos beneficios, consecuencia del fomento de valores en las personas. Estos valores son los que ayudan a que las personas sean mejores, que vayan creciendo positivamente, que se realicen de la mejor forma posible y así se consigan sociedades más justas, equilibradas y humanas, defensoras de la Vida en todas sus dimensiones.
Con el objetivo de ayudar a construir ese mundo mejor que recupere el papel que juega el medio ambiente en la vida de las personas, se quiere denominar y conceptualizar con el término de jardinería ética al tipo de jardinería que tenga en cuenta en el desarrollo de su actividad tanto aspectos ecológicos como sociales.

Una cosa está bien mientras tiende a preservar la integridad, estabilidad y la belleza de la comunidad biótica. Está mala, si tiende a hacer lo contrario.

(Aldo Leopold, 1949)

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